martes, 22 de septiembre de 2020

21S Movilización con la juventud y las rebeldías.

Imparable la convocatoria en Bogotá contra el TERRORISMO DE ESTADO.

Los asesinatos perpetrados por la Fuerza Pública de la Policía Nacional, durante el 9, 10 y 11 de septiembre de 2020, no quedaran en la impunidad.

La participación de la ciudadanía sin armas, organizados con pancartas, música, bailes, arengas, medios de comunicación, registro fotográfico y audiovisual, reclama un JUICIO INMEDIATO CON SENTENCIA DE PRISIÓN COMÚN Y PERPETUA a los culpables del asesinato de Javier Ordoñez.

La convocatoria desde el Museo de la Memoria, ubicado frente al Parque Renacimiento en la calle 26. Logró una concentración que resaltó con las banderas del M-19, recordando, por las dudas, que muchos ciudadanos también saben disparar armas de fuego, y ya lo  han hecho en el pasado en Bogotá. 

El proceso de paz firmado en 1990 y el Acuerdo de Paz de 2016, son expresiones de cambio, hacia métodos pacíficos con participación política. El Estado colombiano, tiene que posibilitar el legítimo derecho a la protesta social. La movilización no puede ser estigmatizada en dos polos de extremos que no representan ni el 5% del total de los 50 millones de habitantes que tiene nuestro país.

Resuelto el problema, una vez condenen a Uribe Vélez a prisión, el asunto de la maldición del "nosotros o ellos" se resolverá en que todos "unos y otros", tenemos el compromiso de hacer la transformación cultural que es el proceso de más larga duración para llegar a un país en paz con democracia participativa y redistribución del total de las riquezas que están concentradas en el 1% de la población colombiana.

Ayer demostramos que somos un número significativo de indignados incorruptibles, que nunca nos han pagado un peso por salir a movilizarnos, pasados 17 años podemos seguir sumando en la organización de la movilización social, seguimos juntos, en distintos partidos y movimientos, los procesos de formación perduran si la conciencia social forjó realmente a hombres y mujeres que quieran vivir en un país diferente, uno que le debemos a nuestros hijos y nietos.

















jueves, 17 de septiembre de 2020

COMUNICADO DE LA COORDINADORA DE USAQUÉN


 

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COMUNICADO DE LA COORDINADORA DE USAQUÉN 

¿QUIÉN DIO LA ORDEN?

El 9, 10 y 11 de septiembre salió la ciudadanía indignada a exigir justicia por el asesinato de Javier Ordoñez por parte de la policía en el CAI de Villa Luz, en la localidad de Engativá. Estas jornadas de movilización, en contra de la violencia policial y sus actuaciones abusivas y criminales, se desarrollaron en un momento en el que la violencia paramilitar, en complicidad con el Estado colombiano y el gobierno uribista de Duque, continúan dejando víctimas por todo el país sin que haya una mínima voluntad política para acabar con esta ola de violencia que, al parecer, permanece en nuestro país.

Con esta realidad violenta en la que el foco es la juventud colombiana, y con un personaje como Álvaro Uribe Vélez que sigue dando órdenes desde su “detención” domiciliaria, las jornadas de movilización fueron intensas y se desarrollaron en varias localidades de Bogotá. Fue la juventud, golpeada por la brutalidad policial y la injusticia social, quien se movilizó en los barrios populares de nuestra ciudad y nuestro país.

La localidad de Usaquén no fue la excepción, salió a movilizarse en contra del accionar de la policía exigiendo justicia, pero también expresando la rabia por el actuar criminal -que ha sido cotidiano- de la policía nacional en el caso de Javier Ordóñez. Así, el 9 de septiembre, en el CAI de Villa Nidia y de Verbenal se desarrollaron diversas jornadas de protestas, siendo la de Verbenal la que logró tener mucha mayor afluencia de personas, en su mayoría jóvenes, y en la cual la violencia policial se profundizó.

Durante la jornada de movilización en el CAI de Verbenal, la policía hostigó la movilización y desencadenó un escenario de violencia que provocó la muerte de tres jóvenes. Esta institución volvió a mostrar su verdadero rostro y nos quedó claro que para la policía el enemigo está en la ciudadanía, en la juventud. De hecho, su accionar encubre la impunidad, defiende las políticas de miseria a las que el gobierno nacional nos ha condenado durante muchos años. Así, le dispararon indiscriminadamente con armas de fuego a la población que se estaba manifestando en el sector, dejando a varias personas heridas y tres jóvenes muertos según información de la Alcaldía Mayor de Bogotá.

Por todo lo anterior, la Coordinadora de Usaquén rechaza y condena este actuar de la policía, que en nuestra localidad cegó la vida de tres jóvenes que eran trabajadores, tenían familia, y que su única condena fue vivir en un barrio popular. Estos tres jóvenes se suman a las 15 personas que fueron asesinadas en los días 9 y 10 de septiembre por la policía.

Mientras el gobierno de Duque y su partido, Centro Democrático, saluda y respalda a los victimarios, las víctimas de la policía fueron abandonadas y no son escuchadas por parte del gobierno nacional. Por esto, exigimos una reforma estructural de la policía, que contemple los siguientes puntos:

1] Desvinculación de la policía al Ministerio de Defensa. 

2] El desmonte del ESMAD, como un cuerpo violador de derechos humanos e involucrado en asesinatos, que hoy continúan en la impunidad, como el e Dilan Cruz en las protestas que iniciaron el 21 de noviembre. 

3] La creación de mecanismos que le permitan a la ciudadanía ejercer control sobre esta institución. 

4] Formación en derechos humanos, resolución de conflictos, paz y convivencia como eje fundamental dentro de la institución; entre otros cambios necesarios. 

También rechazamos y hacemos responsables a Holmes Trujllo, Iván Duque, El Tiempo -entre otras empresas de comunicación- y a la policía nacional, por la vida de las personas que hacen parte de las organizaciones sociales, barriales, comunitarias y populares que día a día trabajan en la construcción tejido social en los barrios de Bogotá. Los señalamientos recientes son gravísimos, profundizan la estigmatización sobre la juventud e incrementan la acción delincuencial e intimidante del grupo paramilitar Águilas Negras.

Rechazamos así mismo, las detenciones arbitrarias e ilegales que se llevaron a cabo en la localidad durante las manifestaciones del 10 de septiembre tanto en el CAI de Contador, como en el de Villa Nidia. Los reportes de torturas a jóvenes en el CAI de Villa Nidia son particularmente preocupantes y deben ser investigados y sancionados por los organismos penales y disciplinarios.

Pero la transformación sigue en la movilización y la organización social y popular, en la lucha por nuestros derechos: salud, vivienda, educación, trabajo digno, por el derecho a vivir y no sobrevivir. Por eso, seguiremos haciendo el llamado a movilizarnos en las calles de nuestra localidad y de nuestra ciudad exigiendo un país con vida digna. 

¡HASTA QUE LA DIGNIDAD SEA COSTUMBRE! 

¡SIGAMOS EN LAS CALLES EXIGIENDO OTRO PAÍS CON VIDA DIGNA! COORDINADORA DE USAQUÉN!



 


Crisis de hegemonía y fascismo: una apuesta por el hacer común


“Es la incapacidad de una clase, o fracción de clase, para imponer su hegemonía, en una palabra, finalmente, la incapacidad de la alianza en el poder de sobrepasar “por si misma” sus propias contradicciones exacerbadas, lo que caracteriza la coyuntura de los fascismos” – Nicos Poulantzas


¿Qué tipo de crisis política es la que enfrentamos actualmente? Los guerreristas en el gobierno han respondido con la vieja confiable: una crisis de seguridad causada por un enemigo interno que busca la anarquía, la destrucción y la desestabilización de la nación. Buscan con esto reinscribirnos en las lógicas del conflicto armado para tejer desde el miedo los cimientos de su poder. Otros, más liberales, sostienen que la crisis es económica, y que se debe a la irrupción de la pandemia. Su solución es presionar la reactivación económica para que los mercados retomen su vida y todo siga igual. Contra estas dos lecturas, sostengo en este texto que nos encontramos, más bien, ante una crisis de hegemonía. Ella se expresa en la indignación ciudadana ante las decisiones tomadas por el bloque de poder para lidiar con la crisis económica. Afirmo además, que debe ser aprovechada por las fuerzas democráticas del país para construir alternativas reales y convincentes ante el peligro inminente del fascismo. 

El camino a la crisis

El proceso de paz con las FARC que culminó con la firma del Acuerdo Final en 2016 fracturó la historia del país. Supuso una ruptura con la lógica de guerra civil sobre la que se erigió con comodidad el proyecto uribista en el pasado. La victoria de Iván Duque en 2018 significaba, en este sentido, una apuesta riesgosa  del uribismo por rehabilitarse en un país que ya no era el mismo. Este proyecto, sin embargo, ha hecho agua desde que inició. La inexperiencia de Iván Duque, su falta de liderazgo, la impropiedad de su capital político, y consecuentemente, su sumisión a una banda de perros rabiosos que desde su partido lo llaman a hacer disparates, han condicionado su gobierno. Estas contradicciones podrían explicar la sumatoria de decisiones desconcertantes y de episodios a la vez cómicos y trágicos, que lo han hecho merecedor del moto de aprendiz, y que han multiplicado hasta el cielo la producción y circulación de memes con su figura. 

Según algunos medios de comunicación, la intempestiva irrupción de la pandemia global del Covid-19 le dio a Iván Duque una oportunidad para asumir el liderazgo que tanta falta le hacía. La inminente crisis económica y social sería una segunda oportunidad para demostrar a los colombianos sus capacidades como gobernante.

Desde entonces, el presidente le ha apostado a manejar la situación a partir de una grotesca fórmula: la destinación de recursos públicos al gran capital monopólico (capital industrial + capital financiero) y el fortalecimiento de la “Fuerza Pública”. Como expresiones de lo primero, podríamos contar el préstamo a Avianca, el desembolso de los dineros de la crisis al sistema financiero y la propuesta de endeudar a las clases populares. Se trata pues, de una apuesta política inequívocamente favorable a los grandes propietarios y contraria a los intereses de las mayorías trabajadoras. Las cuantiosas inversiones al fortalecimiento del ESMAD, el anuncio de nuevos reclutamientos masivos, la llegada de asesores militares gringos al país, y los recientes intentos de ilegalizar la protesta social dan cuenta de lo segundo.  

Mientras tanto, la crisis económica actual ha disparado el crecimiento de la desigualdad que se venía cultivando durante los últimos años por cuenta de los favores políticos que tanto el uribismo como el santismo le hicieron al poder corporativo. La pobreza, que se nos había vuelto paisaje, devino en una auténtica emergencia humanitaria. Y así, mientras el presidente daba regalos a los grandes capitales, las grandes mayorías se vieron afectadas por el aumento desmedido del desempleo, la crisis de la educación pública y el empoderamiento de las mafias que hacen control territorial en los barrios y veredas con el auspicio (por acción o por omisión) de la “Fuerza Pública”. 

Gobernar una crisis en función de la desigualdad es un reto mayúsculo, pues no es fácil para ningún gobernante construir consensos para justificar lo injustificable. Y el uribismo, a pesar de la violencia y del control que tienen sobre los medios masivos de propaganda, no ha logrado hacerlo convincentemente. Si la visión hegemónica es aquella que provee una imagen de la naturaleza y los propósitos del Estado para la sociedad en general, la crisis de hegemonía a la que nos enfrentamos se da por cuenta de la incapacidad del gobierno de proyectar la idea de bien común que, al menos de manera mítica, encarna el Estado. 

La crisis se expresa en la erosión de los significados básicos del lenguaje de la política. ¿Qué tiene de democrático un orden como el actual? ¿Qué tienen de públicos los recursos que son administrados por una élite para financiar exclusivamente sus intereses? ¿qué tiene de pública una Fuerza que abusa permanentemente de quienes utilizan el espacio público para trabajar, parchar, sobrevivir? ¿qué tiene de público un espacio que se ha vuelto peligroso para quienes lo habitan? ¿qué tiene de común la idea de bien que promueve el Estado, cuando este está capturado por unas élites que solo actúan en beneficio propio?  

Las explosivas manifestaciones del 9 y el 10 de septiembre dan cuenta de que la crisis de hegemonía se ha agudizado. En este punto, la pérdida de legitimidad de la autoridad estatal es una de sus expresiones visibles. No hay que olvidar que la crisis política se manifestaba ya con fuerza en noviembre de 2019. En ese momento, los habitantes de las principales ciudades del país se volcaron a las calles para reclamar en ellas lo que les había sido negado en las ‘instituciones democráticas’. La respuesta del gobierno combinó el desprecio, la represión y una tardía e hipócrita simulación de diálogo social. La crisis social se intensificó a medida que la pandemia avanzaba, aunque las restricciones a la circulación lograron amilanar los ánimos de la movilización por buena parte del 2020. Mientras tanto, la Policía tuvo luz verde para ejercer su poder abusivamente con total impunidad. Llegó septiembre y la presión de los grandes grupos económicos obligó al gobierno a relajar definitivamente el distanciamiento social. Como si fuera cuestión de mecánica de fluidos, la presión escapó con furia tan pronto como tuvo oportunidad; y esta llegó por cuenta de las crudas imágenes del asesinato de Javier Ordoñez. 

El campo fertil del fascismo

Las explicaciones conspirativas que el gobierno ha ofrecido y los medios han replicado son absurdas. No es que la gente odie a la Policía por cuenta de malintencionados líderes políticos de oposición. No es que la gente esté manipulada por fuerzas oscuras. No es que nos encontremos ante una arremetida de una debilitada insurgencia. Es que es natural que la gente del común se indigne porque las cosas se resuelven siempre a favor de los que siempre resuelven. Es natural que la gente se indigne porque las fuerzas del Estado sólo han estado ahí para reprimir violentamente su indignación. Los dados están cargados y la gente no aguantó más. 

Aún así, el gobierno ha insistido en reinscribir la crisis que lo afecta en la lógica del conflicto armado. Lo que es un problema político, es reformulado en términos de una amenaza de seguridad. Los actores políticos son degradados al nivel de enemigo interno, y el descontento popular es representado como amenaza nacional. Ante la crisis de hegemonía, el bloque de poder amenaza con radicalizar la represión, y es allí donde las fuerzas del fascismo aprovechan para crecer. 

La generalización de la incertidumbre y del desconcierto hacen de este un escenario de disputa por el sentido común. El bloque de poder ha optado por relanzar su ofensiva a través del miedo y de la promesa de la seguridad. El riesgo inminente es la fascistización de las distintas fracciones de las clases dominantes, y así mismo, de las clases dominadas. El Estado de excepción podría resultar atractivo para los grandes capitales y falazmente, para el pueblo en general. A cambio de mayor orden, estabilidad, oportunidades laborales, seguridad y de un país en donde la gente pueda desarrollar su vida como quiera, el uribismo exige una renuncia a las garantías de derechos humanos, al disenso y a la posibilidad misma de una oposición política legal. 

El establecimiento ha ido jugando sus cartas en esta nueva coyuntura. A la ofensiva por el sentido común, que desde hace rato venía realizando el fascismo a través de tenebrosos pasquines como El Nodo, El Expediente y RCN, se han sumado medios tradicionales como la Revista Semana y El Tiempo. En las redes sociales, en las empresas, en los barrios y en las veredas, los temores se contagian más rápido que el covid-19 y la gente llega más rápido a conclusiones extremas sobre lo que se debe hacer. Como si se tratara de voces sabias que respaldan este nuevo sentido común, las camarillas del capital monopólico (ANDI, Consejo Gremial, ProBogotá, Cámara de Comercio) respaldan a través de comunicados la deriva autoritaria y se muestran, ahora sí, menos respetuosos de los órdenes institucionales que se puedan romper por cuenta de ella. 

Una apuesta por lo común

El presente demanda de las fuerzas democráticas que actúen decididamente en los escenarios que garantizan la proximidad, el intercambio y el hacer común.  La crisis política que vivimos es una oportunidad para que las fuerzas democráticas construyan alternativas para quienes han sido instrumentalizados y pisoteados por el bloque de poder. Lo que hay que evidenciar es que las fuerzas antisociales no son aquellas que se manifiestan decididamente en contra del orden, sino aquellas que saquean el erario y extraen los frutos del esfuerzo que realizan las mayorías trabajadoras para sobrevivir. Que quienes respaldamos la indignación y la rabia, somos también quienes estamos dispuestos a construir un proyecto colectivo capaz de ofrecer alternativas a quienes se ven afectados por las crisis. 

La reactivación de los tejidos comunitario-populares a partir del estallido social del 9 y 10 de septiembre de 2020 es una oportunidad para entrar en la disputa por el sentido común y ofrecer desde allí alternativas convincentes a la crisis de hegemonía. Frente al hambre, el hacer común debe construir sistemas agroalimentarios locales y comunitarios. Frente al desempleo, el hacer común debe habilitar espacios para la actividad creativa, cultural, artística, deportiva o productiva. Frente a las arremetidas policivas y fascistas contra el espacio público, el hacer común debe reapropiar lo privado y generar amplios espacios de encuentro. Frente a la degradación de los ecosistemas locales, el hacer común debe cuidar y revitalizar las tramas por donde fluye la vida. Frente al deterioro de los vínculos entre representantes y representados de las instituciones “públicas”, el hacer común debe generar instituciones comunitarias abiertas a la intervención igualitaria de quienes se ven afectados por las lógicas del capital. Frente al despliegue contagioso de las lógicas de la muerte y la violencia, el hacer común debe hacer prevalecer las lógicas de la vida.

En ese hacer común, en esa proximidad, es donde se construyen los horizontes para la reapropiación colectiva de la riqueza social que producimos quienes trabajamos, cuidamos y hacemos. En esa proximidad, además, nos reconocemos en riesgo y nos acompañamos con quienes también lo padecen. Por eso, es que es ahí donde empezamos a cavar la tumba del fascismo. 



9 y 10 de septiembre, días de dignidad

 USAQUÉN REBELDE Y DIGNA


Durante los días 9 y 10 de septiembre la ciudadanía, y sobretodo la juventud de Bogotá, nos movilizamos para exigir justicia por el asesinato de Javier Ordoñez, quien no solo fue electrocutado, sino que también golpeado brutalmente por la policía en el Comando de Acción Inmediata (CAI) de Villa Luz, en la localidad de Engativá. Todo esto, dentro de una realidad sumamente compleja para el país, en la cual aumentó la violencia en las regiones (teniendo a los y las jóvenes como principal objetivo), siendo dos masacres las que estremecieron al país, donde las políticas sociales y económicas siguen golpeando al pueblo colombiano, incluyendo a aquellas personas que apoyan a este régimen autoritario del uribismo que no nos ha dejado de gobernar desde 2002 -con una pequeña pausa en el 2010, aunque con la misma política hacia los y las ciudadanas trabajadoras en términos laborales, sociales y económicos-, y que hoy sigue gobernando desde su "prisión domiciliaria" en su enorme finca.

La localidad de Usaquén no fue la excepción, y también se movilizó en contra del abuso y la violencia policial, que no es nuevo, que no ocurre hasta ahora, sino que siempre ha sido la realidad en los barrios populares de nuestra ciudad. ¿Cuándo no hemos escuchamos a los vecinos y las vecinas quejarse y denunciar a los CAI's por diversos motivos? ¡Sí! Esas mismas personas que salieron a rezarle a la policía y limpiar los CAI's, quienes saben que ahí en esos lugares tienen nexos con el mal llamado microtráfico (realmente es narcotráfico), que allí adentro golpean y abusan de mujeres, jóvenes, y de la ciudadanía. Verbenal fue el sector de nuestra localidad que salió a gritarle a la policía que ¡Ya basta! ¡No más! Que aquí hay un pueblo digno, joven, que no está dispuesto a naturalizar la muerte y la violencia policial, como tal vez sí lo hizo otra generación.

Pero la respuesta fue la misma ¡Plomo es lo que hay y plomo es lo que viene! Citando a un uribista en una movilización enmarcada en el odio, la violencia y el llamado a incendiar el país. La policía disparó indiscriminadamente y con sevicia hacia la juventud movilizada, dejando tres personas muertas, una que murió en ese mismo lugar, otras dos en los hospitales. No fue una acción aislada en nuestra localidad, fue una masacre que se cometió en toda la ciudad, dejando hasta ahora 13 personas muertas, asesinadas, en su mayoría jóvenes, que golpeó con más fuerza este sector de Usaquén. ¿Por qué? Tal vez hay muchas respuestas, pero diré solo algunas: 1) la policía le responde a un Estado y unas clases dominantes que ven en la gente trabajadora, en la ciudadanía, su enemigo interno, 2) la juventud debe ser reprimida, y se le debe enseñar el respeto por la autoridad, para que así mismo se adapte a la miseria en la que vivimos y 3) los CAI's se convirtieron en el centro de torturas, golpizas, humillaciones, injusticias y operaciones en favor del microtráfico, y por eso debían defenderlos de cualquier manera.

Pero ¿qué sigue? ¡Sigue la movilización! Desde el 21 de noviembre se reforzó la idea de que es mediante la movilización social y popular es que podremos exigir, construir y pelear por un país con vida digna, recordando todas las luchas que han dado los y las trabajadoras, las comunidades negras, campesinas e indígenas, las mujeres, jovenes, etc., y que hoy colocan su mirada sobre los territorios urbanos. ¿Cuál es el reto? El reto es que debemos organizarnos en colectivos, en grupos, en organizaciones barriales y/o comunitarias que se peleen día a día por ese país que soñamos ¿De qué debemos convencernos? De que la movilización es nuestro instrumento de lucha principal, pero no el único, y que además, se debe acompañar de esa organización de la ciudadanía, porque las movilizaciones paran en un momento, tienen un final, pero trabajo cotidiano organizado continúa y le da mayor sustento a esas luchas en las calles.

Es un momento crucial para el pueblo colombiano, no sólo por lo que pasó el 9 y 10, sino por la realidad que tenemos que vivir día a día, en el cual los poderosos de este país (también del norte de Nuestra América), siguen precarizando nuestra vida, y profundizando la pobreza y la miseria de millones de colombianos y colombianas. El llamado es a salir a las calles y movilizarnos en contra de estas políticas, pero también, en favor de la vida, porque la derecha y el uribismo representan la muerte y el odio, y nosotros y nosotras debemos luchar por la vida.


¡NOS VEMOS ESTE 21 DE SEPTIEMBRE EN LAS CALLES POR UN PAÍS CON VIDA DIGNA!


David Gómez




jueves, 10 de septiembre de 2020

LOS ASESINATOS DEL 9 Y 10 DE SEPTIEMBRE DE 2020 EN BOGOTÁ FUERON CRÍMENES DEL TERRORISMO DE ESTADO

Desde la Coordinación de Usaquén, hemos participado en las recientes movilizaciones contra los CRÍMENES DE ESTADO perpetrados por la POLICIA NACIONAL. Rechazamos toda represión contra el pueblo de aquellos que tienen el deber de protegerlo.

Compartimos la publicación del Partido Comunista Colombiano, Regional Bogotá, con motivo de los últimos hechos.



28 de abril y un fuerte URIBE HP

Un 28 de abril que puede romper la historia ¡A parar para avanzar, viva el paro nacional! Justamente esta consigna se empezó a utilizar hace...